Respuestas sobre Adios Hasta Pronto Escuela Poesia

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Y las pilas de todo lo eléctrico han expulsado el óxido como un vómito frente a la pereza y el tiempo. Los pastores de Virgilio y de Teócrito aguardaban, en premio de sus cantos alternos, un óptimo queso, una flauta del mejor artífice o una cabra de tetas hinchadas. El poeta que ha cantado a los pobres perros tuvo por recompensa un hermoso chaleco, todo de un color, rico y marchito al unísono, que hace pensar en los soles de otoño, en la belleza de las mujeres maduras y en los veranillos de San Martín. Nada quiero con similar vieja gazmoña.

Todo aquel público, por estropeado y frívolo que fuera, próximamente sintió el omnipotente dominio del artista. Nadie soñó ya en muerte, luto o suplicio. Cada quien se abandonó, sin incomodidad, a los bienestares múltiples que da la visión de una pieza maestra de arte vivo. Las explosiones de gozo y admiración sacudieron varias veces las cúpulas del edificio con la energía de un trueno continuo. Hasta el príncipe, embriagado, mezcló su aplauso al de su corte. Maese Fanciullo sobresalía, frente todo, en los papeles mudos, o poco cargados de expresiones, que suelen ser los primordiales en esos dramas de magia, cuyo objeto es representar de manera simbólica el misterio de la vida.

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Ella lo dice en otro poema, que su primer juguete es una máquina de redactar. Y también, como dio algo de contabilidad, pudo ingresar en esos talleres Iglesias que entonces era una fundición.

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De contemplar a tal visitante, se te agrandaron de forma tan extraña los ojos, tan tiernamente te apretó la garganta, que te dejó para siempre ganas de plañir. Entonces, repentinamente se realizó la luz en mi cerebro, y comprendí por qué razón la madre insistió tanto para arrancarme el cordel y con qué tráfico se planteaba encontrar consuelo. La desesperación -de esta forma lo pensé – de tal modo la había enloquecido, que se enamoraba con ternura de lo que sirvió de instrumento de muerte a su hijo; quería conservarlo como reliquia horrible y amada. Y se apoderó del clavo y del cordel.

La insensibilidad del mar, lo inmutable del espectáculo me rebela… ¿Es fuerza eternamente sufrir, o huir de lo hermoso eternamente? ¡Naturaleza encantadora, maligna, contrincante siempre y en todo momento victoriosa, déjame! ¡No tientes mucho más a mis deseos y a mi orgullo! El estudio de la belleza es un desafío en que el artista da chillidos de terror antes de caer vencido.

• Era, pues, la tierra, la tierra con su estruendos, sus pasiones, sus comodidades, sus fiestas; era una tierra espléndida, henchida de promesas, que nos mandaba un enigmático perfume de rosas y almizcle, y de donde las músicas de la vida llegaban hasta nosotros en aromoso murmullo.
• Ella tiene un deseo en su vida que es ser autora, lo manifiesta desde muy pequeña y todo se dirige hacia ello.

Mas, para la gente consagradas a lo cómico por profesión, lo serio tiene atractivos fatales, y por raro que logre parecer que las ideas de patria y de independencia se apoderen despóticamente del cerebro de un histrión, un día Fanciullo tomó parte en determinada conspiración tramada por algunos señores descontentos. De tiempo en tiempo, la brisa del mar levanta un extremo de su falda flotante y deja ver la pierna luciente y soberbia; y su pie, similar a los pies de las diosas de mármol que Europa encierra en sus museos, imprime fielmente su forma en la arena menuda. Pues Dorotea es tan prodigiosamente coqueta, que el gusto de verse admirada vence en ella al orgullo de la libertad, y si bien es libre, anda sin zapatos. Agobia el Sol a la localidad con su luz recta y horrible; la arena reluce y el mar espejea. Cobardemente se rinde el planeta estupefacto y duerme la siesta, siesta que es una especie de muerte exquisita en que el dormido, despierto a medias, saborea los bienestares de su aniquilamiento. Sé que el Demonio frecuenta gustoso los lugares áridos, y que el espíritu del asesinato y de la lubricidad se inflama estupendamente en las soledades.

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Todos y cada uno de los padres que tienen fe en las hadas habían acudido, llevando cada quien a su recién nativo de brazos. Y los 2 niños se reían de uno a otro, fraternalmente, con dientes de igual blancura. En una carretera, detrás de la verja de un vasto jardín, al radical del que aparecía la blancura de un lindo castillo herido por el sol, se encontraba de pie un niño, guapo y fresco, vestido con uno de esos trajes de campo, tan llenos de coquetería. En tableros relucientes o en cueros dorados con riqueza sombría, viven discretamente unas pinturas santas, distendidas y profundas, como las almas de los artistas que las crearon.

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