3 Métodos para Benito Juarez Oh Indio Oaxaqueño

benito juarez oh indio oaxaqueño

En la charca superior tomé un baño, a pesar del día destemplado y la temperatura del agua; mi sangre gallega me asistencia siempre y en todo momento en estas situaciones; hay que tomar de todas las fuentes y bañarse en todos y cada uno de los ríos. Al día después subí a caballo hacia el cerro Pelón, con otro miembro de la familia, Vicente, dado a charlar y contarme sus vivencias americanas, tal como una enfermedad que le puso a las puertas de la muerte y le trajo de vuelta a su casa, frente a la inoperancia de los galenos yanquis. Agradecí haber alquilado la recua, pues las subidas eran verdaderamente imposibles para paseantes y los caballejos estaban acostumbradas a afrontarlas; en la meseta del cerro, con restos de viejas culturas, pude aun permitirme un pequeño galope. El paisaje es grandioso, sierras que se perdían a lo lejos en un día vibrante y soleado nuevamente, con resto de nieblas y de una vivificante humedad que daban profundidad al espacio. La vegetación era monótona, apenas ese pino que cubre una gran parte de las serranías del país. Tras tomar de nuevo una camioneta, arrastrando mi destrozada maleta, llego a mi hosting en Guanajuato, en la casa de Leslie y Chela, en las colinas que rodean la localidad, en un chalet rodeado de un descuidado jardín.

Por la mañana, mientras que hablo con mi hija, un bello colibrí liba en una flor, escena que me acerca al paraíso. Pude dormir unas horas; me acosté un poco cargado, pues apareció en escena Roberto, un personaje, y la velada nocturna se prolongó entre copas de tequila, charla y risas. Nuestro hombre tiene historias que contar, como va siendo común entre la multitud de estas tierras; en un caso así, la suya propia, pues en Colombia, donde era policía, sufrió un atentado que le costó la amputación de una pierna y diversas heridas, lo que acabó llevándole a España como refugiado político. Más extrañas y turbadoras me semejan las figuras de Siqueiros en el llamado Museo de la Luz (¿antigua Facultad Obrera de México?), sito en el Patio Chico del colegio de San Ildefonso, hermano quizá en su papel del helmántico. Frente al naivismo de Rivera, masas mucho más compactas y fuertes, volúmenes encajados a duras penas en las bóvedas y techos, martillos y hoces frente a aureolas.

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Hijo de soltera y de un patrón, quizá llevó esa afrenta toda su historia, como su alter ego en el Gringo viejo de Ambrose Bierce, quien aparentemente lo trató y conoció en los años de lucha. Representa bien ese lado de exceso y vitalidad que piensa ritmar con la multitud y la vida misma, como bravucones que la piensan un albur y una continua fiesta. Día tranquilo, dedicado a un recorrido por los sitios míticos de la región, en compañía del suizo Andrés, hombre de carácter germánico, serio y despacioso; como mis paisanos gallegos, reitera las cuestiones sobre ubicaciones y distancias, y después hace como una media. Apreciamos las imágenes del valle de los Monjes, conjunto de enormes falos que asombraron al alucinado creador del teatro de la crueldad, Antonin Artaud, en el momento en que estuvo por estas tierras, preso de la disparidad y la pobreza y en pleno proceso de desintoxicación del opio. Leí sus memorias, donde ya asoma esa locura que le arrastró a la caridad de sus amigos y a los manicomios, precio a abonar –sostenía Foucault– por haberse audaz a sondear los caminos de la sinrazón, como Hölderlin o Nietzsche, sendero hacia una noche sin retorno verdaderamente, amontonando signos frente un orden burgués contento con el simple concepto. Los dioses se le hacen presentes en la ceremonia del “jiculi”, figuras de un tarot cuyo sentido hemos perdido, inconsciente colectivo que significa confrontar al ánima misma, nos advierte Jüng, su último explorador con la capacidad de salir ileso del viaje. También Jünger, probando ácido lisérgico en compañía de su creador y amigo Albert Hoffman.

El viaje fue interesante, por un paisaje que escalaba hacia las sierras, y me instalé en la ciudad de Macheros, una de las puertas de ingreso al “santuario”, en un satisfactorio hotelito regentado por una atractiva pareja hispano-norteamericana, Joel y Helena, lo que agradecí después de mis últimas experiencias. Desayunaba y comía –bien, a propósito– en un pequeño lugar de comidas regentado por la matriarca de la familia Moreno, doña Rosa y alguna de sus hijas, a la que pertenecían mis anfitriones y constituye un clan que se ha hecho con los servicios de la región.

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En la avenida Juárez tomo un autobús para Chapultepec; iba sin cambio, y frente mi consternación, una señora me dio las monedas primordiales, gesto que me logró sentir extraño, culpable y emocionado. La creación de un agente fiscal en la corte de justicia es de absoluta necesidad. La experiencia demostró que un sólo fiscal difícilmente puede despachar con puntualidad las varias causas que entran diariamente en la fiscalía. La extinguida reunión departamental conoció este inconveniente, que intentó remover estableciendo 2 fiscales, que, no obstante la asiduidad con que trabajaban, nunca llegaron á poner el despacho con el día. Suprimida una de esas plazas por el decreto de 12 de Septiembre de 1846, hubo un recargo tal en la fiscalía, que en el momento en que la recibió el actual señor fiscal, Lic. D. Tiburcio Cañitas, llegaban á cuatrocientas las causas que había pendientes de despacho.

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GORGIAS O DE LA RETORICA La oratoria, en la vida ateniense, era prácticamente la única vía de la actividad política. Nadie que no estuviera capacitado para charlar en público podía ocuparse a la política. COMPRENSIÓN LECTORA LA CONSTITUCIÓN; TEXTO España es una nación muy antigua históricamente, formada por varios pueblos, y que en 1.978 decidió regularse a través de reglas civilizadas y democráticas. Encantado con la región y la hermosura del paisaje, tomé un ómnibus para San Pedro y verdaderamente fue una hazaña que lográsemos llegar a nuestro destino por un camino embarrado y que a menudo desparecía bajo las roderas y los socavones.

Solamente dormí la noche previo, ya que el vuelo era muy tempranero y tuve que salir del hotel a las 4 de la mañana, un tanto avergonzado pues no dejé propina para Juan Carlos y Roberto; solo me restaban unos dólares estadounidenses que me había entregado el Roberto colombiano. Me despedí de él en el desayuno del último día, convaleciente de la juerga, ya que no debe beber alcohol según sus médicos, y un poco abochornado de sus insesateces; ¡un interesante personaje! El vuelo fue breve y tuve otra exhibe del carácter mexicano, ya que mis compañeros de asiento –al enterarse de mis proyectos– me ofrecieron su hospitalidad si quizá surgiera algún problema en mi estancia.

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